Generalmente todos
nos quejamos de la rutina y siempre estamos buscando la forma de evitarla
porque nos da la sensación de no estar vivos. Y en parte es verdad, ya que una
rutina es una costumbre arraigada o un hábito adquirido por estar haciendo
siempre lo mismo y que permite hacer las cosas sin pensarlas, es un automatismo
que podemos hacer mientras estamos pensando en otra cosa.
Es cierto que algunas rutinas son necesarias para lo cotidiano, pero a veces también nos impiden ser conscientes del momento presente y disfrutar de la vida. Aun así son muchas las personas que se niegan a cambiar su rutina porque les resulta incómodo tener que prestar atención a todo lo que hacen.
Es cierto que algunas rutinas son necesarias para lo cotidiano, pero a veces también nos impiden ser conscientes del momento presente y disfrutar de la vida. Aun así son muchas las personas que se niegan a cambiar su rutina porque les resulta incómodo tener que prestar atención a todo lo que hacen.
El poder valernos de
los automatismos hace que muchas personas extiendan esa actividad a todos los
ámbitos de su existencia porque supuestamente lo ven más cómodo, hacen todas
sus funciones de la misma manera y de la mejor forma, como una máquina.
Puede que tengan esa manera de hacer las cosas así por una cuestión
de tiempo, ya que resulta más rápido con la rutina que tener que pensar cada
uno de sus movimientos y cada una de sus palabras ante una situación; pero
ignoran completamente que como seres humanos ya están muertos.
La gente que lo hace todo de forma automática no se dan cuenta de lo desagradable, aburrida o dañina que es la rutina para ellos. Ignoran que la vida ha de ser vivida, no programada.
La gente que lo hace todo de forma automática no se dan cuenta de lo desagradable, aburrida o dañina que es la rutina para ellos. Ignoran que la vida ha de ser vivida, no programada.
La rutina también es
el enemigo número uno de la felicidad de cualquier pareja, desgasta las
relaciones amorosas y llegan a convertirse en previsibles o mecánicas perdiendo
todo el encanto y la magia. Y es que si una pareja no vence su propia rutina,
los dos llegan a creer que el amor se termina. Una relación sin sorpresas, sin
cambios, acostumbrada a un orden de actividades específicas y sin un poquito de
aventura está condenada al fracaso.
Una relación debe
dejar la rutina a un lado, no como una obligación sino como modo de vida. Cada
uno debe tener sus inquietudes y proyectos propios, pero lo mejor es realizar
actividades en común; de esta manera será difícil que se pierda la alegría y persistirá
el amor, ya que por norma general una pareja sobrevive sólo si existen cambios
y momentos felices.
Nuestro cuerpo es
rutinario, adora la rutina de los hábitos que le permiten funcionar con el
menor esfuerzo posible. El problema es que cuando uno se halla habituado a una
monotonía pocas veces apetece ningún género de distracción, y entonces esa es
la principal característica de la rutina: la ausencia de cambios. Para anular
la rutina simplemente se trata de cambiar algo.
No es necesario
pretender desterrar la rutina totalmente de nuestra vida, sino que como todo
requiere que seamos selectivos y utilicemos los automatismos sólo para lo
estrictamente necesario tratando de prestar más atención y así no vivir todas
nuestras experiencias funcionando con el ‘piloto automático’. La rutina es lo
que nos queda cuando las pasiones son eliminadas, y cuando la rutina agobia es
la señal de la conciencia que indica que hay que empezar a ser más creativos
con lo cotidiano. El hombre es un animal de costumbres, pero no hay que olvidar
que la costumbre mata al hombre.
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