Hay personas que
aunque prácticamente lo tengan todo en esta vida, se sienten desgraciadas; y hay
otras que aunque carecen de más cosas y que en principio deberían de tener
motivos para quejarse o sentirse más desgraciadas, se muestran agradecidas y
satisfechas con lo poco que tienen. La diferencia está en la gratitud de la
persona humilde, capaz de descubrir la belleza y la maravilla en todo lo que le
rodea.
A veces somos tan pobres en pensamientos y sentimientos que
también lo somos en gratitud, y por eso aumentamos nuestras desgracias. Las
personas agradecidas lo son con todo; con la propia vida, con los demás, con
las cosas… etc, y esa ‘gratitud disfrutadora’ las llena de paz y les crea una
gran armonía en donde quiera que estén.
La gratitud forma
parte de una manera de ver el mundo, es la capacidad de valorar y saber
apreciar lo mucho que puede hacer todo acto que favorezca a nuestro bienestar
personal. Decir gracias tiene efectos curativos, ya que restablece el
equilibrio psicológico y físico, reconcilia con la vida y llena a las personas
de emociones positivas.
Las personas
agradecidas se sorprenden con lo que reciben porque no tienen expectativas,
casi nunca están ansiosas ni depresivas, agradecen su condición y viven más
tranquilas. Además, esa actitud les abre las puertas para conseguir todo lo que
desean con más facilidad.
Las personas que
ejercitan la virtud del agradecimiento tienen la extraordinaria capacidad de
enfocar sus pensamientos y sentimientos en todo lo bueno; lo agradecen
prácticamente todo desde que se levantan hasta que se acuestan, y a diferencia
de las desagradecidas, saben extraer de cada experiencia la sabiduría y las
enseñanzas incluso en las situaciones más adversas y dramáticas.
Por norma general las
personas agradecidas viven más y gozan de mejor salud física, psíquica y
emocional. Además, desde el punto de vista social generan mayor confianza y se
valoran como más atractivas y de mejor carácter. Y es que la gratitud nos
convierte en más disfrutadores de lo cotidiano proporcionándonos más momentos
placenteros y de conexión gozosa con los demás.
Tenemos que agradecer
mucho más de lo que creemos: La vida, la salud, el bienestar que a muchos les
falta, el afecto de nuestra familia, los amigos, el aire que respiramos, el
agua, los alimentos que tomamos…. Y todas nuestras experiencias, incluso
aquellas que creemos que son insatisfactorias pero que con el tiempo nos damos
cuenta de que son necesarias para crecer.
Debemos despertar
porque no valoramos las cosas como se merecen, la mayoría estamos más atentos a
lo que nos falta que a lo que tenemos. Nunca es tarde para corregir nuestro
camino agradeciendo la experiencia vivida; ser agradecido es aceptar el mundo
como es y todas las circunstancias que no dependen de uno, porque sólo
valorando lo que somos y lo que tenemos y siendo agradecidos por todo lo que
recibimos podremos ser felices.
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