F.M. Alexander
Para una mayor comprensión y calidad de vida es muy importante percibir correctamente los mensajes o señales que recibimos a diario en lugar de malinterpretarlos o no verlos siquiera. Es decir, interpretar de la manera más correcta posible las emociones, los estados de ánimo o los procesos interiores de las personas que tratan con nosotros para poder entender y disfrutar a fondo nuestras experiencias. Por desgracia nadie nos enseñó en la escuela ni en nuestra casa a percibir correctamente, pero como cualquier capacidad que tenemos, puede entrenarse y así mejorar de manera positiva nuestras vidas.
Percibir es algo que
generalmente realizamos de manera inconsciente y espontánea, y puede variar
dependiendo de cada persona. Teniendo en cuenta que la mayor parte de la
comunicación humana se efectúa mediante el lenguaje corporal… emitimos,
percibimos e interpretamos esos ‘mensajes corporales’ de manera inconsciente.
Puede que a veces acertemos en la interpretación, pero también muy a menudo
cometemos errores y surgen los conflictos. Por eso hay que tener cuidado cuando
se establece una relación entre dos o más personas, porque lo verdadero no sólo
puede ser lo que opinemos o digamos, lo verdadero a veces también puede ser lo
que se entienda o se interprete.
A los seres humanos nos gusta relacionarnos, realizar actividades en común, establecer vínculos afectivos, tener pareja, tener amigos, entender a otras personas y que ellas nos entiendan, etc. Entonces, para que nuestros esfuerzos por conseguir una vida armoniosa y feliz no fracasen debemos entrenar y agudizar nuestra percepción; así podremos reconocer los distintos estados de ánimo o los cambios que se producen al relacionarnos con los demás y veremos la realidad tal y como es. Cualquier relación será más pura y placentera si interpretamos correctamente los signos de la persona con la que tratemos, y también reconoceremos sin esfuerzo las emociones o sentimientos que nuestro mensaje despierta en esa persona.
Nuestra falsa identidad (el ego) necesita estar a cargo de nuestras emociones, y de esta manera es como controla nuestra percepción. A veces consigue que veamos cosas para sentirnos mal donde no las hay; por ejemplo, si nos identificamos con una personalidad depresiva, se generará una percepción que anulará todo lo positivo y agradable de la vida para sustituirlo por lo negativo. Por eso la persona deprimida no ve nada ilusionante, porque su percepción se encarga de teñirlo todo de negro; su percepción solo le deja ver aquello que le disgusta y no deja espacio en su mente para aquello que le gusta. En resumen: Si queremos ser felices debemos agudizar nuestra percepción, de lo contrario ésta nos amargará nuestra existencia.
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