El ego es el yo
separado, el falso yo, esa voz que nunca está satisfecha. El ego siempre se
está quejando, por una cosa o por otra no para de quejarse y necesita tener
siempre la razón. El ego vive de la comparación y necesita estar en conflicto
con alguien o algo. Este falso yo no dejará que trabajemos con nuestra propia
conciencia, no dejará que nos observemos a nosotros mismos.
A nuestro ego le encanta
etiquetar a otras personas y siempre quiere sentirse superior a los demás. Es
el responsable de la ambición, el protagonismo, la envidia, la prepotencia,
etc. Este yo interno se encarga de exaltar nuestra personalidad de forma
exagerada hasta que nos sentimos el centro del universo, sentimos que todo
tiene que girar a nuestro alrededor, para él lo único importante somos
nosotros.
La educación infantil
es la responsable de los egos más fuertes. El niño sufre una etapa en la que
cree que solo existe él y nada más que él, sus sensaciones y vivencias giran
únicamente en torno a él mismo. Si sus padres o tutores permiten que perdure
esta situación, ese niño crecerá con un ego destructor. Hay que enseñarle que
él no puede ser siempre el centro de atención, que hay más personas y que tiene
que aprender a escuchar y compartir. La mente egótica está condicionada por el
pasado. (Ésta lección también deberíamos empezar a aplicarla en nosotros, más
vale tarde que nunca).
Cuando nos quejamos
a los demás, es el ego el que lo hace, quiere que le escuchen o le compadezcan,
quiere que le presten atención y le digan palabras de consuelo y solo se
calmará cuando alguien nos dé la razón. Esa suele ser la realidad de los sentimientos
negativos que circulan por nuestra cabeza y de las discusiones con las demás personas.
Cuando discutimos con
alguien, si esa persona es honrada, vale la pena intentar demostrarle que está
equivocado. Pero si esa persona saca su ego a relucir, jamás estará dispuesto a
aceptar su error. Es casi imposible convencer a otro ego que está equivocado,
así que más vale dialogar con personas que se pueda tener una conversación
interesante, no malgastes tu tiempo con otro ego. Un dicho sufí dice que el que sabe, pero no sabe que sabe, está dormido: hay que
despertarle. Al que no sabe, y sabe que no sabe, y desea aprender, hay que
enseñarle. Pero al que no sabe e ignora su ignorancia, hay que rechazarlo.
La mayoría de los
"problemillas" que nos surgen a diario son solo situaciones mentales creadas por
nuestro ego, no son tan graves como creemos. El ego las maximiza y nos hace ver
lo que no hay. Así que, para una mayor calidad de vida, intenta controlar tu
ego y no dejes que hable, piense o decida por ti. Cuando ese falso yo
desaparece, también desaparecen los problemas.
Muy buena entrada. GRACIAS
ResponderEliminarGracias!!!
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